jueves, 22 de octubre de 2015

Lo que el tiempo se llevó. Capítulo 2.

Capítulo 1.

Cerré los ojos y los volví a abrir después de 10 s exactos varias veces. Hacía esto para contener la calma y poder relajarme.
Me fui a hacer la compra: Huevos, patatas, pan. Esas tres cosas había dejado apuntado mi madre.
Salí de la casa y vi un camión de embarque. Por favor que no sea Daniel. Que no sea Daniel. Por favor. Me estaba casi dando un algo. Daniel es mi exvecino. Se mudo hace dos años por el traslado de su padre y con el que viví mi primer amor.
Y ahí estaba. Daniel. O una parte de él. Había cambiado mucho. Hace dos años el era más bajito que yo (por poco) y rechoncho. Delante mía hay un Daniel que nunca me imagine. Tenía el pelo con un tupé peinado a la perfección y en sus manos sujetaba una caja pesada (a la vista) con suma facilidad. Su rostro estaba angulado y los mofletes habían desaparecido. Sonreía por algo que estaba viendo en el teléfono móvil. Se le marcaban unos oyuelos preciosos.
No. No. No. No podía ser verdad...me fui corriendo hacía el supermercado intentando no pensar en todo lo que pase junto a él y como se fastidió todo en un día.

·Llamada telefónica·
-Tía no te puedes creer a quien he visto.-Me dijo. Noté un entusiasmo en su voz a la misma vez que preocupación.
-¿Alto, figura increíble, rostro angulado, y un mini hermano de 5 años? Me lo puedo imaginar.
-¿Estás bien?
-Claro. Tengo mejores cosas que pensar antes de él. Luego hablamos. Besos.


Fui a hacer la compra y pase por el escaparate de una tienda preciosa. Mi sueño es llegar al baile marcando tendencia con un vestido de capas a lo antiguo y con un buen corsé.
Había niñas de mi clase probándose lo que serian sus futuros trajes para el baile. Simples, sencillos, normales, y sobretodo iguales.

Llegue a la tienda donde había aparcado un coche idéntico al de mi vecino. Rojo y deslumbrante. Seguro que no es él. Hay muchos coches así en el mundo...
Mire para todos los lados del pequeño comercio y no había moros en la costa. Seguí tranquila y fui cogiendo todo lo que ponía en la lista revisándola varias veces para que no me tocase volver a venir. La lata de guisantes hoy al que sea se le ha antojado ponerla en el estante más alto. No llegaba ni por muy estirada me pusiera. Salte un poco para no llamar la atención. Pero nada. Otro saltito, y roce la lata. Otro más. La lata iba dirigida a mi cabeza amenazadora.
Esto es uno de los momentos que salen en las películas, que lo ves y acabas gritándole a la tele ¡MUEVETE! Y aquí estoy yo. Una lata me va a caer en toda la cabeza y mis piernas no se mueve.
Un chico con una gran mano se acerco y me dio un empujón hacia su gran torso.
Recordé ese olor. Su olor y esencia. No había cambiado como pensé que cambiaría después de haberle visto.
Sus ojos miel se clavaron en mi llenos de preocupación. Tan atento como lo recordaba.

-¿Estás bien?

Pero yo me encontraba en exactamente hace 1 año y 9 meses.



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